El trastorno autoinmune de por vida, la enfermedad celíaca, afecta el intestino delgado, que se desencadena por el consumo de gluten. Pasa a ser una condición crónica que tiene el potencial de conducir a graves problemas de salud si no se trata.
Por lo general, se caracteriza por una respuesta inmune al gluten, una proteína que se encuentra en el trigo, la cebada y el centeno. Cuando las personas con la afección lo consumen, su sistema inmunitario reacciona atacando el intestino delgado, lo que provoca inflamación y daño en el revestimiento del intestino, lo que a su vez dificulta la absorción de nutrientes de los alimentos.
¿Cuáles son las causas fundamentales de la enfermedad celíaca?
Los factores genéticos tienen la ventaja en el desarrollo de esta condición de por vida. Las personas que tienen marcadores genéticos específicos, en particular los genes del antígeno leucocitario humano (HLA), tienen un mayor riesgo de desarrollar la enfermedad. Pero cabe señalar que no todas las personas con estos marcadores genéticos desarrollarán la condición de celíaco, lo que indica que otros factores están involucrados en su desencadenamiento.
El gluten es el desencadenante principal del diagnóstico, por lo que cuando las personas celíacas consumen alimentos que contienen gluten, como pan, pasta o productos horneados, se desencadena una respuesta inmunitaria. Las proteínas del gluten se descomponen en fragmentos más pequeños que el sistema inmunológico reconoce como dañinos, lo que provoca un ataque en el revestimiento del intestino delgado.
La respuesta autoinmune y los desencadenantes ambientales.
En la enfermedad celíaca, la respuesta inmune se dirige contra los propios tejidos del cuerpo, específicamente el intestino delgado. El sistema inmunitario identifica erróneamente al gluten como una amenaza y lanza un ataque que daña las vellosidades, que son proyecciones en forma de dedos que recubren el intestino delgado.
Esta respuesta inmunitaria desencadena una inflamación que provoca diversos síntomas y complicaciones para la persona que padece la enfermedad.
Si bien los factores genéticos son primarios, los desencadenantes ambientales también son cruciales en el desarrollo de la afección. Factores como el momento de la introducción del gluten en la primera infancia, la duración de la lactancia, las infecciones gastrointestinales y la composición del microbioma intestinal podrían tener una gran influencia en el riesgo de desarrollar la enfermedad.
Diagnóstico y síntomas
El diagnóstico de la afección implica una combinación de análisis de sangre, como pruebas serológicas para anticuerpos específicos, y una biopsia intestinal para evaluar el daño en el intestino delgado. Estas pruebas ayudarían a determinar si el individuo padece la enfermedad o no.
Los síntomas comunes de la enfermedad celíaca incluyen dolor abdominal, diarrea, hinchazón, pérdida de peso, fatiga y deficiencias de nutrientes, pero se dice que la presentación de los síntomas varía ampliamente entre los individuos.
Tratamiento y manejo
El único tratamiento efectivo para la enfermedad celíaca es una dieta sin gluten de por vida y, al eliminar por completo el gluten, las personas con la afección podrían controlar sus síntomas y permitir que el intestino delgado sane.
Es esencial trabajar en estrecha colaboración con un profesional de la salud o un dietista registrado para garantizar una dieta sin gluten bien balanceada y nutritiva que asegure que la persona no se pierda otros nutrientes vitales.
Posibles complicaciones en la vida cotidiana
Vivir con la afección tendría un impacto profundo en la vida diaria del individuo diagnosticado. Seguir una dieta estricta sin gluten requiere una planificación cuidadosa, la lectura de etiquetas y el conocimiento de las fuentes ocultas de gluten que pueden afectar las interacciones sociales, salir a cenar y viajar.
La enfermedad celíaca no tratada daría lugar a diversas complicaciones como desnutrición, osteoporosis, infertilidad, trastornos neurológicos y un mayor riesgo de desarrollar ciertos tipos de cáncer, por lo que es crucial diagnosticar y tratar la enfermedad con prontitud para prevenir consecuencias para la salud a largo plazo.
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